Este proyecto cuenta con 25 estaciones para que las personas se sumerjan en algún libro sin prevención, casi como en la puerta de su casa, en un saludo ligero y luego en un romance de palabras, historias y relatos.

Queremos en esta breve nota recomendar algunos libros que han ido ganando su espacio en el archivo histórico de la guerra, para que de cierta forma todos sintamos que el dolor de los demás –y sus pérdidas y ausencias– son también un vacío en nuestra existencia emocional y colectiva.

Con los talleres de danza la Corporación Picacho con Futuro ha logrado unas reflexiones comunitarias sobre el cuerpo, el cuidado y el territorio. Aquí van algunos apuntes sobre el sentido social y creativo del baile.

Cultura Viva Comunitaria arroja una ecuación en la que sus tres elementos representan, primero, la identidad de los territorios; segundo, la movilización estética y artística que ha gestado iniciativas de convivencia desde la década de los ochenta; y tercero, el álbum colaborativo de la comunidad, el hogar y la solidaridad.

Luis Fernando García Arboleda, el ‘Gordo’, cuenta que fue concebido en el Bosque de la Independencia. En ese mismo lugar, a finales de los setenta, comenzó a organizar tardes de taller artístico con niños de los alrededores, cuando aún los cañones de las armas no habían despertado con la cólera de los años que vendrían. La experiencia llevó al ‘Gordo’ a montar A Recreo Teatro: él –en ocasiones acompañado, en ocasiones solo–, salía con un costal, un tambor, unos zancos, un muñeco y una tela de gusano. Manrique Oriental, 1983; el miedo asomaba su figura esquelética al girar la esquina. 

El cambio de semáforo es una sirena mecánica para iniciar la función. Los pinos al aire y el cuerpo buscando equilibrio sobre la cuerda son la rutina del trabajador de calle; el pan se gana con el sudor de sus trucos. Juan Andrés prefirió el oficio de los malabares, antes que seguir en la fábrica de confecciones donde las puntadas de la máquina le recordaron la fugacidad de los años que adoban esta existencia efímera.

Los festivales Zona Dos y Jornada de Ruido son encuentros de lucha para expresar en el lenguaje de la creación y la música todos esos sentimientos que los jóvenes de la zona noroccidental de Medellín deben soportar, amasar, e incluso convertir en su causa e impulso. 

Cuando se recorre la Comuna, se encuentran un cúmulo de historias de vida, de personajes que día tras día tienen algo que contar, que mostrar; y desde ahí, se aporta a las transformaciones reales de la sociedad actual. Esto es precisamente lo que se halla con Miguel Ángel Uribe, un ser dedicado al oficio de juntar letras, armar palabras, de conjugar imágenes.

Provenientes de grupos reconocidos en la ciudad como Nefesh, Combos o Convivamos, los integrantes de Acrobatic se unen en el año 2005 en una búsqueda consecuente de llevar al profesionalismo su pasión por el arte.

Sin la palabra sólo seríamos un mar de figuras silentes. O algo más enorme y frívolo: un océano de soledades intercambiando símbolos confusos, ajenos a la posibilidad de descifrar la lógica compleja de nuestra condición humana. La literatura es el universo de las interpretaciones por medio del sonido, la letra, la existencia que hila su memoria en líneas y párrafos. 

Era Medellín a principios de los ochenta. Eran sus calles disputadas por fuerzas de todo tipo. Eran las galladas transitándolas. Eran jóvenes inconformes que encontraron su punto de fuga en los gritos. 

“La juventud es el paraíso de la vida, la alegría es la juventud eterna del espíritu”, escribió el italiano Ippolito Nievo. ¿Qué es entonces la alegría para los jóvenes?

La gente observa la caravana con cierto asombro sazonado en curiosidad: dos jóvenes arrastran loma arriba carretillas amarillas repletas de rollos de papel y lona.